Infancia, TC, escáneres, radiación y seguridad. ¿Cómo se mezclan?
El uso de la Tomografía Computarizada (TC), también llamada “scanner”, escáner o TAC, ha revolucionado la medicina desde su aparición. Tanto es así que su desarrollador, sir Godfrey Newbold Hounsfield, ganó el premio Nobel de medicina por ello en 1979 (https://es.wikipedia.org/wiki/Godfrey_Newbold_Hounsfield). Sin embargo, esta indudable utilidad tiene un “reverso tenebroso”, que no es otro que la utilización de radiaciones ionizantes, las cuales tienen un serio efecto secundario: el cáncer.
Por ello, la exposición a las radiaciones ionizantes es un tema muy importante a tener en cuenta, tanto en niños como en adultos, si bien en niños tiene mayor importancia debido a:
- Los niños son más sensibles a los efectos de las radiaciones ionizantes, tal y como se ha demostrado en estudios epidemiológicos realizados sobre poblaciones expuestas a la radiación (Hiroshima, Chernóbil, Fukushima…).
- Dado que su esperanza de vida es mayor que la de los adultos, tienen un mayor periodo de tiempo para desarrollar los efectos deletéreos de la radiación.
- Dado el menor tamaño de los niños, se deben ajustar los parámetros del TC para que no reciban mayor dosis de la necesaria. Si se utilizan los mismos parámetros que en un adulto, la dosis recibida por volumen podría ser mayor.
Así que podemos concluir que el riesgo de que un niño desarrolle un cáncer secundario a radiación ionizante es mayor que el de un adulto sometido al mismo estudio de escáner o TC.
Es necesario recordar, sin embargo, que la posibilidad de desarrollar un cáncer tras la realización de una TC es muy baja. Se calcula que aparecerá un caso por cada 500-1.000 personas, basándose, de nuevo, en series de personas expuestas a irradiación.
Si bien no hay ninguna dosis de irradiación suficientemente baja para ser considerada segura, si hay una clara relación entre la cantidad de radiación sufrida y las posibilidades de desarrollar un cáncer. La dosis absorbida de radiaciones ionizantes se mide en Grays (Gy, https://es.wikipedia.org/wiki/Gray_(unidad)) y se calcula que una irradiación sobre el cráneo de 50-60 mGy (miliGray) multiplica por tres el riesgo de tener un tumor cerebral a lo largo de la vida por tres, y la misma dosis absorbida por la médula ósea triplica el riesgo de padecer leucemia. Estas dosis se alcanzan con tres TC craneales en el caso del cerebro o de 10 TC craneales en el caso de la médula ósea, utilizando los parámetros actuales de la TC para menores de 15 años.
Se realizan una serie de medidas encaminadas a minimizar la exposición de los niños a la radiación producida por la TC:
- Realizar sólo las TC necesarias, en base a protocolos establecidos entre los radiólogos y los clínicos (pediatras, otros especialistas)
- Ajustar los parámetros del tomógrafo al niño:
- Según el tamaño, peso y región a estudiar.
- Determinar y delimitar muy bien la región a estudiar para no radiar zonas no necesarias.
- Utilizar la menor resolución posible para lo que se quiere diagnosticar.
Por otra parte, los padres deben preguntarse y preguntar al médico:
- ¿Es la TC el mejor medio diagnóstico para la enfermedad del niño?
- ¿Hay algún otro medio alternativo que no implique irradiar al niño?
- ¿Los resultados de la TC modificarán el tratamiento?
- ¿Se ajustarán los parámetros del estudio al tamaño del niño?
- ¿Hay un protocolo de TC pediátrico?
Y es muy importante, porque la dosis es acumulativa de manera vitalicia, guardar los informes de irradiación, no sólo los radiológicos, donde se exponga claramente la dosis que el niño ha recibido.
Hemos visto cómo los escáneres no son inocuos, pero también sabemos que son el mejor medio diagnóstico para muchas situaciones. Para ajustar su uso y que sus ventajas sean superiores a los riesgos, lo mejor es, como se ha dicho, la redacción de guías o protocolos basados en la evidencia médica.